Ser amado es la motivación más poderosa en el mundo. Nuestra capacidad de amar, con frecuencia, la modela nuestra experiencia de amar. Por lo general amamos a otros en la medida en que nos aman.
Algunas de las más grandes declaraciones acerca de la naturaleza del amor de Dios las escribió un hombre que experimentó Su amor en una forma muy particular. El amor de Jesús se expresa con claridad en todos los Evangelios, sin embargo, en el de Juan es el tema central debido a que su experiencia con el amor de Jesús fue intensa y personal.
Siempre me cuestioné el por qué Juan se autodenominó como el discípulo amado. Muchas veces lo he llamado el lambón, pero la vida me ha dado una gran lección. En mi caminar ministerial aprendí, que hay hijos que son muy especiales; hijos que son una perla en proceso, que en el transcurso de su transformación se recuestan del pecho de su maestro, conocen los latidos de su corazón y hasta su respirar.
“Ese proceso para llegar a ser perla es hermoso, una perla es producto del dolor, resultado de la entrada de una sustancia extraña o indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. La parte interna de la concha de una ostra contiene una sustancia lustrosa llamada nácar. Cuando un grano de arena penetra, las células del nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con camadas y más camadas para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado, la linda perla se forma.” (Editora Cléofas)
Así como se forma una perla dentro de una ostra, fue el proceso del autoproclamado discípulo amado. Probablemente Juan tenía muchas heridas en su corazón y pensaba que no tenía valor, pero día a día se recostaba del pecho de su Maestro y las palabras de Jesús fueron curando sus heridas, sanando su corazón y limpiando sus cicatrices hasta que se tornó en un piedra preciosa.
Muchas veces en tus procesos te han herido, te han hecho daño con palabras, celos, odio, venganza, envidia, calumnia y chisme. Quizá tus ideas han sido rechazadas, menospreciadas y hasta malinterpretadas. Has tratado de defenderte con todas tus fuerzas, te has sentido agobiado, turbado y atacado. Solo ves problemas a tu alrededor y por momentos no sabes qué hacer, ni de dónde obtener la fuerza para defenderte. Pero, en tu proceso Dios te pone un pecho donde recostarte, un pecho que sabe cuidarte, cubrirte, protegerte, dirigirte, perfeccionarte, ayudarte y hacer de ti una hermosa perla de gran valor.
Estar cerca del pecho de Jesús hizo que Juan se mantuviera sensible. En el Evangelio y en las cartas de Juan vemos el gran amor de Dios, sus palabras y acciones ilustran el amor de Jesús, como este nos ama y nos enseña a amar a otros. Jesús conocía a Juan de manera total y así lo amó, totalmente. Jesús nos confronta a cada uno de nosotros así como lo hizo con Juan. No podemos conocer la profundidad del amor de Dios a menos que estemos dispuestos a enfrentar el hecho de que Él nos conoce completamente. De otra manera somos necios al creer que Él debe amar a las personas por lo que fingen ser.
Juan y los demás discípulos nos convencen de que Dios quiere y está dispuesto a aceptarnos tal como somos. Creer en su amor es una gran motivación para el cambio. Su amor no se nos da a cambio de nuestros esfuerzos, su amor nos libera para vivir realmente. Del discípulo amado aprendí que todo maestro necesita un discípulo que se recueste de su pecho y salga de el como una perla preciosa.